20 años tras una pancarta

17 Api

La «tenacidad» de tres profesores por volver a la universidad con todos sus derechos

A puertas del campus de Leioa, tres hombres de mediana edad mantienen a diario una pancarta en la que puede leerse «Autonomiaren alde, irakaslego propioa. Despidorik ez», una estampa que a fuerza de repetirse ha perdido impacto pero no deja de estremecer, mas cuando esa lucha a la intemperie se ha alargado durante dos décadas. Piden su readmisión y que se les reconozca la antigüedad en una Universidad, que mantiene que perdieron su oportunidad.

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Nerea GOTI – GARA 

Es posible que quienes vivieron como estudiantes el origen de su lucha acompañen 20 años más tarde a otra generación a la Universidad y comprueben que tres de aquellos profesores que iniciaron una lucha por un profesorado propio siguen a pie de calle demandando ahora su readmisión.

Ayer, en concreto, se cumplieron dos decenios de una reivindicación de un importante colectivo en su origen, que con el tiempo ha visto resueltas sus demandas en buena medida y su situación laboral, pero en la que perseveran aún tres profesores en demanda de la reincorporación a sus puestos de trabajo en la UPV-EHU.

La crónica de esta lucha se remonta unos años atrás. Fue a principios de los 90 cuando 97 profesores asociados se plantaron ante las autoridades universitarias y exigieron un contrato laboral que equiparase sus derechos a la figura del docente con carácter de funcionario, entonces supeditado a la administración española. Dijeron no a esa opción de funcionario de obediencia estatal y rechazaron la otra vía posible, la de firmar un contrato administrativo «que nos abocaba a un futuro de precariedad y discriminación», explicaban. Con base en esas reclamaciones de índole laboral, pronto surgió la demanda de un profesorado propio y de autonomía universitaria.

A lo largo de los años la lucha que emprendieron 97 profesores vivió diferentes etapas, algunas ligadas a los tiempos más negros de represión policial en los campus, en los que profesores y estudiantes díscolos se llevaron la peor parte.

Volviendo la vista atrás, Antton Azkargorta, uno de los protagonistas de esta crónica, junto a José Luis Herrero y Enrique López, explica que «en un primer momento a la gente solo se le ofrecía un contrato administrativo con una determinada duración, uno, dos o tres años y se le renovaba. La Universidad no quería admitir ninguna vinculación laboral fija con ningún profesor si no era funcionarial, lógicamente propuesta por el Ministerio de Educación y Ciencia de Madrid y que uniformizaba a todos los profesores de las universidades españolas». «Planteamos la lucha como insumisos. No aceptábamos el funcionariado y tampoco el contrato administrativo, porque era un compás de espera hasta que te hacías funcionario», explica.

Años después las leyes se fueron transformando. «Conseguimos que se crearan figuras de profesorado fijas con contrato laboral sin ser funcionarios», señala Azkargorta. Añade que después vendrían otras modificaciones legales que confirieron a las comunidades autónomicas libertad para dotarse de profesorado universitario propio no dependiente de Madrid. Luego, en buena parte, sus reivindicaciones se han ido resolviendo y la mayor parte del colectivo ha resuelto su situación laboral, salvo en lo que respecta a los tres despedidos que siguen reclamando su readmisión.

Reconocimiento

«La Universidad ha ido negociando con parte del colectivo, pero nunca ha afrontado una negociación con el colectivo cuando todos estábamos por la misma causa», señala Antton Azkargorta. «Hemos conseguido que la legislación cambie y de ello se ha beneficiado un colectivo importante de profesores de la UPV, que han visto estabilizada su situación laboral y económica, equiparados en gran medida sus derechos a los de los funcionarios en lo que respecta a representación política en los órganos de la UPV, salvo que ningún profesor contratado puede presentarse a rector, que sigue siendo una discriminación a favor de los funcionarios. Luego la lucha ha sido beneficiosa para la propia institución y para muchos profesores, pero a nosotros nos sigue discriminando», mantiene.

No entran a juzgar cómo otros han ido resolviendo su relación contractual con la Universidad, prefieren centrarse en su opción personal por una solución colectiva que sitúan en torno a tres demandas: la readmisión negociada con los tres despedidos, no a soluciones parciales, la reincorporación a su puesto con el reconocimiento de su antigüedad y el abono del salario por el año y medio «que estuvimos trabajando sin contrato y sin cobrar».

Consideran que estos tres puntos «se pueden resolver en una mesa de negociación sin ningún problema» y afirman que el gran escollo para encontrar una solución a su situación es el veto político al que está sometida cualquier solución que implique el reconocimiento de su lucha durante 20 años. «Alguien puede pensar que al reivindicar la antigüedad, estamos pidiendo que se reconozca que hemos tenido la razón siempre en esta historia y que es la Universidad la que ha estado en una situación equivocada», plantea.

El veto político «no está publicitado pero existe», sostiene Azkargorta, para quien en este caso tiene mucho que ver que la reivindicación de personal propio para la UPV-EHU se haya realizado «desde una perspectiva abiertamente nacional». «Ese aspecto político no se nos perdona y por eso estamos siendo discriminados», mantiene.

En nombre de los afectados, Azkargorta explica que «al no poder explicar la verdadera razón, la respuesta de las autoridades es bien el silencio o apelar al cumplimiento de las vías legales». «Hemos estado luchando por un objetivo plenamente universitario, que la Universidad ha aceptado; es decir se ha demostrado que teníamos razón, entonces no se nos puede pedir que nos presentemos en ventanilla y hagamos un solicitud», lo que interpretan como «castigarnos políticamente y obligarnos a renunciar a nuestros derechos de antigüedad, a ser tratados como tres, no como uno ni como dos».

Son conscientes que una salida a su situación supone «reconocer una situación especial» y la aplicación de medidas excepcionales, «porque nuestra situación no es asimilable a ninguna otra». Consideran, asimismo, que cualquier paso debería estar rodeado de consenso político para evitar un retroceso.

La solución no es fácil. En la comunidad universitaria hay gente cercana a sus postulados que apoya firmemente su lucha incluso con aportaciones económicas a una caja de resistencia, «suficiente para sobrevivir». Otra parte de la comunidad universitaria considera que Azkargorta, Herrero y López pudieron reincorporarse a la plantilla universitaria y hoy su nivel de exigencia en una mesa de negociación aleja la posibilidad de un acuerdo. Hay quien recuerda que para empezar sus plazas están ya cubiertas y los recortes en materia de contratación en la Universidad hacen aún más difícil una solución.

Dos instancias tienen que decir en este asunto, el Departamento de Educación y Universidades del Gobierno de Lakua y el Rectorado. Preguntados por GARA sobre la situación de estas tres personas, fuentes de la Universidad zanjan la cuestión recordando que en 2007 la UPV-EHU dio la oportunidad de acceso a las figuras de profesorado laboral para quien, aún no estando contratado en ese momento, «hubieran tenido contrato con nuestra universidad durante al menos cinco años y así lo solicitaran». «Fue decisión personal de cada una de las personas interesadas presentar o no solicitud. De hecho, varias de ellas así lo hicieron», concluyen.

El Departamento de Educación de Lakua, por su parte, apela a la autonomía universitaria en materia de contrataciones y mantiene que los tres despedidos pudieron reincorporarse a sus puestos y optaron por mantenerse en sus reivindicaciones de antigüedad.

Del discurso que mantienen los afectados lo que queda claro es que después de 20 años no van a plegar la pancarta ante cualquier tipo de oferta. Insisten en que han salido «reforzados de una lucha, en la que se ha demostrado que teníamos razón» y que hasta ahora solo se les ha ofrecido «una solución como si la hubieramos perdido, porque se nos está diciendo que entremos por la puerta de atrás y que nos olvidemos de lo que ha pasado».

Frente a quienes piensan que con el paso del tiempo sus concentraciones se han vuelto invisibles, creen que la suya sigue siendo una pancarta molesta y citan, como ejemplo, la sorpresa que despierta su lucha entre quienes visitan la UPV-EHU y se interesan por su situación.

La solidaridad

No ocultan el desgaste que ha supuesto su reivindicación. «Si lo miramos desde el punto de vista académico o de carrera profesional, el coste es enorme. Ahora bien, tiene compensaciones de otro tipo porque hemos vivido experiencias que aunque muy duras también han sido hermosas, porque hemos recibido expresiones de solidaridad, vivencias que no tienen precio», reconoce, al tiempo que agradece el apoyo que les siguen brindando desde dentro y fuera de la Universidad.

Conscientes de que su lucha se puede alargar aún más en el tiempo, explican que seguirán como han llegado hasta aquí en «un día a día». «Es una cadena lógica, en la que uno da unos pasos de coherencia y luego esos pasos de coherencia tienen que ser verificados día a día. La condición es tener las ideas claras y cierta tenacidad para no ceder en lo que uno cree que es justo y correcto», sostiene Antton Azkargorta.

Fuente: http://www.gara.net/paperezkoa/20120331/331863/es/La-tenacidad-tres-profesores-volver-universidad-todos-derechos

Hemeroteka: http://egunero.drupalgardens.com/galleries

28 Eka


El proceso a Joseph K y los despedidos de la UPV

14 Api

Acaban de cumplirse 19 años de nuestro despido y los profesores de la UPV nos encontramos en una situación que podemos calificar perfectamente de kafkiana. Tras estos largos años las autoridades académicas se niegan a negociar un acuerdo que nos permita la digna reincorporación a nuestros puestos de trabajo. Y ello a pesar de que el profesorado propio -principal objeto de nuestra lucha  lleva ya años implantado.

En la conocida obra de Kafka «El Proceso», el protagonista, Joseph K, vive obsesionado por la acusación de un delito que él mismo desconoce. De la misma forma, sentimos que se nos quiere responsabilizar de algún crimen cuya naturaleza ignoramos. Como en la citada novela, se nos empuja a introducirnos en un laberíntico proceso donde se nos ocultan el hecho cometido y las pruebas de cargo. Un proceso donde fiscales y jueces son elementos difusos y abstractos. Como dice la señora Grubach, la casera de Joseph K, en la novela: «…hay algo complejo en esto que no entiendo, pero que tampoco se debe entender».

En la sinuosa y compleja trayectoria que seguimos para intentar desentrañar el misterio nos ayudan de manera desinteresada personas que hacen de «abogados» e interrogan a los mandatarios universitarios sobre nuestro «caso». En una ocasión, un profesor amigo solicitó de un antiguo rector una explicación al respecto y su respuesta fue, también, kafkiana: «Tu pregunta es políticamente incorrecta». En otro momento, otro docente se dirigió a un vicerrector pidiéndole información sobre la cuestión. La respuesta, en síntesis, vino a ser la siguiente: «Estoy harto del asunto». Así mismo, las interminables gestiones realizadas en las más diversas instancias por nuestra Comisión de Apoyo tampoco consiguen desentrañar los hilos de este complicado proceso.

Análogamente a lo vivido por el ciudadano K de la novela de Kafka, los despedidos intentamos aproximarnos al mundo institucional para comprobar el discurrir de nuestro particular proceso. Cierto cargo universitario nos aseguró que, según rumores provenientes de determinados círculos el actual rector, «no quería saber nada de nosotros». Además, por lo visto, el murmullo más extendido en los pasillos universitarios insistía en la opinión de que «habíamos tenido nuestra oportunidad» y la habíamos perdido. Pero ninguna persona a la que inquirimos nos da explicaciones sobre esa recurrente y nada explícita oportunidad. Por último, al solicitar a un responsable universitario una mayor concreción sobre las causas de nuestro veto, nos prometió que se interesaría por averiguar dónde se encontraba la clave explicativa.

Entre tanto, continuamos nuestro particular proceso investigador y topamos en nuestra ininterrumpida búsqueda con relevantes personalidades del complejo mundo universitario que nos ofrecen diferentes versiones. Las hay para elegir: «El obstáculo se encuentra en el propio rectorado», opinan unos. No, «la dificultades provienen del ámbito político. Se os ha aplicado la `tolerancia cero’, es decir `la intolerancia total’», nos intentan convencer otros. Un tercero nos señala con gesto misterioso un punto en el horizonte: «Viene todo de más arriba». ¿De más arriba? ¿Quizá de la cabeza del Gobierno y el Estado? ¿Del Vaticano? Luchamos con denuedo para que la creciente angustia del ciudadano K no nos invada y paralice.

Cerca de sesenta firmas han avalado una petición de profesores de la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación para que el Rectorado negocie con nosotros. ¿Respuesta? Silencio. Parecida iniciativa han seguido otros centros que en sus Juntas han aprobado dicha iniciativa. ¿Respuesta? Silencio. Un muro de silencio y rumores rodea nuestro «proceso». Mucho nos tememos, ante lo visto y oído, que nos enfrentamos a un enorme y tenebroso monstruo administrativo y no a lo que pensamos debería ser una universidad: lugar ejemplar de transparencia y debate enriquecedor de ideas y proyectos.

A estas alturas del proceso, confiamos en no acabar como Joseph K en la novela.

PD.- Quien quiera contribuir a sostener económicamente nuestra lucha puede ponerse en contacto con jon.azkargorta@ehu.es.

JOSÉ LUIS HERRERO Y ANTTON AZKARGORTA | PROFESORES DESPEDIDOS DE LA UPV

Sindicatos y justicia

9 Mar

No han reflejado en absoluto la situación de los profesores despedidos de la «pancarta», que en marzo cumplirán 19 años de exclusión

Acaban de celebrarse las elecciones sindicales en el sistema educativo de la Comunidad Autónoma y en la UPV, y los resultados arrojan avances sustanciales de los sindicatos abertzales. Sin embargo, y en lo referente a la universidad pública, los programas electorales de esos sindicatos parece que no han reflejado en absoluto la situación por la que atraviesan los profesores despedidos de la «pancarta», que en el mes de marzo cumplirán su decimonoveno año de exclusión.

Este interesado olvido no nos extraña, dados los antecedentes pasados, pero sí nos alarma por la continuación en el tiempo de una política de silencio e incluso de rechazo en relación con estos profesores que nos resulta difícil de entender no sólo a nosotros, sino a otras muchas personas de dentro y fuera de la universidad. Debemos recordar nuevamente que los despedidos han pagado un caro precio por su compromiso político, social y ético con unos principios de solidaridad que tanto han beneficiado a la autonomía universitaria y a los derechos de los docentes. Y sería muy satisfactorio para ellos, pero también para el personal universitario y la propia UPV, que las autoridades universitarias y los sindicatos reconociesen su esfuerzo y propiciaran un diálogo entre las partes que condujera al logro de unos acuerdos dignos que superaran el conflicto. Desgraciadamente, esto último lo venimos repitiendo con periódica asiduidad y nos sentimos como predicadores en una plaza plagada de autistas ya que, al tratarse del mundo universitario, nos parece un comportamiento todavía doblemente inaceptable e incomprensible.

Se nos dirá que el problema del que tratamos es un asunto menor dentro de la agenda sindical. Pensamos que esto es cierto en sus aspectos cuantitativos, pero desde luego no es desdeñable bajo un punto de vista cualitativo. Aquí esta en juego no una cuestión numérica, sino de justicia, que afecta al alma universitaria y por lo tanto a su ser esencial y en la que todos los universitarios deberían estar implicados. Sabemos que los despedidos no están sindicados y que en el pasado hubo diferencias con los sindicatos por no compartir «estrategias» distintas. Pero ello no debería servir para no apoyar unas reivindicaciones ya conocidas que versan sobre derechos laborales fundamentales que toda central sindical, al margen de la simpatía o antipatía que pueda profesar por sus defensores, debería hacer propias.

Nos alegramos sinceramente por los resultados alcanzados por los sindicatos citados, pero hay que señalar que los números son importantes si van acompañados de un compromiso de cambio en las estructuras universitarias y en los hábitos de comportamiento. El problema de los de la «pancarta» constituye un test fundamental en este sentido.

Esperamos que así lo vean los sindicatos triunfantes.

JOSE MIGUEL CAMPILLO Y J. M. IDOIAGA (*) EN NOMBRE DE LA COMISIÓN DE APOYO A LOS PROFESORES DESPEDIDOS (*) También firman este artículo José María Lorenzo y Roberto Uriarte

 

Contundente desembarco de eguzki bideoak en la feria de durango

7 Abe

Eguzki Bideoak presenta en Durango un catálogo de videoactivismo potente, que carga contra el TAV, la represión, el modelo universitario, el franquismo… Eguzki se mueve en el creative commons, en la copia libre que abre caminos en la concepción de los derechos de autor. Su presencia en la feria abre el debate. ¿Qué tipo de cultura queremos? ¿La cultura tiene dueño?

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Entre los stands de Durango siempre se cuela una pancarta que reclama la autonomía universitaria. No se sabe bien quién sujeta a quién, pero allá está un grupo profesores de la UPV reclamando su readmisión, como lo han hecho cada jornada lectiva de los últimos veinte años. El lema no ha cambiado nunca, porque la pancarta, con remiendos en la tela y algún parche junto a los mástiles, sigue siendo la misma.

«Egunero» retrata la vida diaria de estos profesores que no se han rendido, desde el madrugón hasta las horas de hastío protestando a las puertas. Este documental es una de las apuestas de este año de Eguzki Bideoak y traslada una única pregunta al albur de la revolución capitalista en la enseñanza superior que ha supuesto Bolonia: ¿Qué tipo de universidad queremos?

Si las nuevas propuestas de Eguzki Bideoak tienen un leitmotiv, éste es la desobediencia civil y la lucha por transformar el mundo. «Sagarraren Denbora» analiza las consecuencias que tiene plantar cara al sistema. Este documental relata la vida de Kristiane Etxaluz y su pareja, Alfonso Etxegarai, detenido 1986 por su participación en la lucha armada. Etxegarai vive en el destierro, en Santo Tomé, a siete mil kilómetros de distancia de su pareja, desde hace dos décadas.

Otro de los documentales que llaman la atención es el de «Septiembre de 1975». En Euskal Herria se grabó a fuego la historia del fusilamiento de Juan Paredes, Txiki, y su compañero Ángel Otaegi, como una de las últimas atrocidades del dictador que agonizaba. Esta vez, Eguzki permite acercarnos otra vez a este fusilamiento, pero a través de otros ojos. En «Septiembre del 75» escuchamos la voz de Flor Baena reclamando justicia para su hermano Xosé Umberto Baena, militante del FRAP que fue ajusticiado junto a Txiki, Otaegi, José Luis Sánchez Bravo y Ramón García Sanz.

Con la misma intencionalidad de recuperación de la memoria y la justicia, se presenta también «827 kilómetros sin retorno», un viaje en el tiempo que nos lleva hasta julio de 1939 para contarnos una historia de esclavos en Erronkari. El protagonista en esta ocasión es un socialista extremeño capturado por los franquistas, Cecilio Gallego, que trabajará forzado en la construcción de una carretera. Intentó fugarse y sus captores lo mataron. Quedó enterrado en Nafarroa hasta que, setenta años después, sus restos regresaron a su tierra.

No sólo pagaron los hombres por posicionarse del lado de los republicanos. En el Balneario de Saturraran, en Mutriku, transcurre la historia que nos relata el documental «Prohibido recordar». Saturraran se convirtió en una cárcel de mujeres desde 1937 hasta 1944. Por allá pasaron más de 4.000 presas y algunas jamás saldrían. Las pésimas condiciones de vida se cobrarían la vida de 108 mujeres y medio centenar de niños. «Prohibido recordar» documenta enfermedades, hambre, vejaciones sexuales y robo de niños. Y, aunque pueda estar prohibido recordarlo, merece la pena volver a decir que quienes dirigían el penal eran monjas.

Eguzki bideoak presenta también en Durango un documental que destapa el entramado corrupto de la Alta Velocidad. Con el contundente título «La mafia del TAV», se nos presenta este metraje que habla de blanqueo de capitales, reciclaje ilegal de residuos, adulteración de alimentos y corrupción generalizada. El análisis del macroproyecto desvela como «la gran obra pública representa, ahora más que nunca» los contornos más siniestros del saqueo capitalista: «trabajo basura, corrupción, fraude técnico y devastación ambiental».

El TAV supone un reto nacional para Euskal Herria, pero hay batallas que se libran en escenarios pequeños, barrio por barrio. Esto es lo que aparece reflejado en «Kukutza», una historia sobre la vida política y la lucha por la dignidad en Rekalde, que pasa por el secuestro de autobuses para reclamar un transporte público a las diferentes dinámicas que se llevan a cabo «para trabajar por un mundo diferente».

El trabajo de Eguzki Bideoak de apoyo al videoactivismo, además de una marcada apuesta por la libertad de la cultura para expandirse y divulgarse a través creative commons, tiene un fuerte componente internacionalista. El colectivo distribuye también, traducidos al euskara, trabajos sobre la revuelta de las banlieues del Estado francés, sobre lucha campesina en el Valle del Ebro o experiencias de vida colectiva en el edificio ocupado en París, conocido como Casa de la Juventud, que fue desalojado por la fuerza en 2007, arrojando una cifra de 437 detenidos.

 

Aritz INTXUSTA

GARA

“Dokumental esanguratsua”

1 Abe
Laster beteko dira hemeretzi urte UPVko zenbait irakasle kaleratu zutela. Haietarik batzuek oraindik segitzen dute beren pankarta errebindikatzailearen atzean, UPVko campusaren atarian, egunero. Horien borroka eta pentsamendua hedatzeko asmoarekin, Kazetaritza Fakultateko bi lizentziatuk dokumental bat prestatu dute. Dokumentala euskarri digitalean –dvd-n, alegia– eskuragarri egongo da luzagabe. Zehatzago esateko: Durangoko gaztetxean egingo da aurkezpena eta Azokan salgai izango da, “Egunero” titulupean.


 

Irakasle Despedituen Sostengu Batzordetik biziki gomendatzen dugu filma hori ikustea. Gaur egungo munduan norberekeria, lehiakortasun kupidagabea eta “salba dadila ahal duenak” gailentzen ahalegintzen diren unean, giza-balio interesgarrien ereduak eskaintzen dizkigu bideo horrek.

Dokumental hori irakasle despedituen eguneroko bizitzara hurbiltzen ahalegintzen da. Haien eta elkartasunez laguntzen dituztenen erretratuen bitartez, beren ideiak, hausnarketak, bizi duten gatazka luzeaz, unibertsitateaz, elkartasunaz eta konpromiso militanteaz aritzen da filma.

Agertzen diren irudiek kontaketa ilustratzeaz gain gordintasun osoz erakusten dute komunitate unibertsitarioak eramandako borroka hau zein egoeratan garatu zen. Argi ikusten da unibertsitateko agintariek, komunikabideek, boterean zeuden politikariek, epaitegiek eta Polizia desberdinek zer nolako bortizkeria erabili zuten mugimendu hau bertan behera moztu zedin.

Dokumentalak borroka paregabe honen lorpenak eta porrotak erakusten ditu. Baina batez ere, horretan iraun zutenen tematzea, eta arrakasta, eskatzen zutena onartu eta irakasle berriak sortzen hasi zirenean.

Filma irakasle kaleratuen militantzia, helburuak eta pentsamenduak beste borroka batzurekin lotzen saiatzen da, haien artean dauden lotura estuak bistan utziz. Horrekin konpromiso militantearen izaera unibertsala erakutsi nahi da, gatazka lokal batetik hasita milaka kilometrora dauden beste militanteen ahotan duen eragina errepara daiteke eta. Ohar honekin irakasle despedituei gure ezagutza eta elkartasuna adierazi nahi diegu, eta gure esker ona hain lan eskerga, sentitu eta ederra egin duten zinegile gazteei.

Joxemi Campillo, Irakasle Despedituen Sostengu Batzordearen izenean

UKBERRI.NET

Los muros de la UPV

16 Urr

2010/10/04 Gara

Si el rector Goirizelaia tiene la intención de ir quitando los ladrillos del ingente muro que nos sofoca, podría, por ejemplo, comenzar resolviendo el conflicto de los profesores despedidos, que llevamos cerca de 20 años portando una pancarta

En el acto oficial de inauguración del curso académico celebrado en el Aula Magna del Campus de Leioa, el equipo rectoral obsequió a los presentes con una muestra de los nuevos tiempos de innovación que se avecinan mediante la proyección de un fragmento del vídeo que ilustra el conocido tema del conjunto musical Pink Floyd «Another brick in the wall» (Otro ladrillo en el muro). La letra e imágenes del grupo inglés exponen las trabas impuestas por el muro del sistema de poder a la expresión de las necesidades vitales de las personas, y el sistema educativo constituye un instrumento fundamental en el proceso de formación de las mentalidades para que se conviertan en un ladrillo más de ese muro. Con esta demostración visual el rector Goirizelaia quería manifestar a los presentes que la UPV no pretende cumplir con tan desagradable pero interesada función. Pero la realidad es que, desgraciadamente, la UPV sigue construyendo ladrillos que forman parte de muros separadores.

En el Aula Magna, una de las puertas de entrada se encontraba cerrada. Era el acceso reservado a ciertas personalidades como Patxi López y, en un momento dado, se prohibió la circulación por sus aledaños a toda persona «no autorizada». Formaban una especie de muro protector que separaba rígidamente a los profesores y alumnos que se habían concentrado en el exterior para revindicar el derecho a estudiar de los alumnos vascos presos. Los profesores despedidos nos hallábamos allí acompañados de nuestros apoyos solidarios y de nuestra pancarta. Al principio se nos pretendió impedir la estancia en el entorno próximo al Aula Magna. Ese mismo día observamos en la televisión -con envidia- cómo un nutrido grupo de personas accedía sin problemas al recinto donde se celebraba la inauguración del curso universitario en Barcelona. En presencia del presidente Montilla gritaban sus reivindicaciones sin que nadie lo impidiera, manteniendo los asistentes una actitud de respetuoso silencio.

La lección inaugural de la UPV estuvo a cargo de Alberto López Basaguren, una de las principales figuras de un grupo de presión universitaria que bajo las siglas del sindicato Comisiones Obreras dominó la mayor parte de los gobiernos universitarios de Goiriena de Gandarias, Pello Salaburu y Manu Montero. Este grupo contribuyó a instaurar un verdadero estado de terror, un auténtico muro represivo en la UPV, con continuas agresiones a estudiantes y profesorado universitario crítico. Intentó aplastar la resistencia de los profesores despedidos para evitar la irrupción del profesorado propio. Pero en esa batalla fracasaron y el muro que construyeron para impedir el acceso de nuevas figuras contractuales de carácter laboral se derrumbó. Ahora, convertido en catedrático de Derecho Constitucional, López Basaguren vuelve a aparecer en el primer plano de la vida universitaria, indicándonos con ello que, aun sin cargos relevantes, se mantiene viva la influencia de ese grupo de presión, incrementada por la llegada de Patxi López a la Lehendakaritza. Con el apoyo de los socialistas siguen levantando el muro de la universidad española que dificulta la creación de una universidad nacional vasca.

El discurso de López Basaguren versó sobre la diversidad lingüística. Los interesados pueden comparar dicho discurso con las normas aprobadas recientemente y que van a regir el tema lingüístico en las universidades catalanas. Al hacerlo podrán percibir de forma nítida la diferencia entre una visión nacional de la lengua y la visión colonizadora defendida por ese catedrático.

La UPV sigue siendo una institución que construye ladrillos para afianzar el muro del sistema de poder español. La diferencia entre el tiempo pasado y el actual radica en que en aquel la represión salvaje hacía transparente la existencia del muro, mientras que en éste la desmovilización universitaria y la consiguiente integración de la mayoría de sus miembros en el sistema imperante está contribuyendo a su relativo ocultamiento. Pero la realidad es que esta universidad tiene un elevado índice de subordinación al Estado y a los intereses mercantiles y empresariales, y este proceso no ha dejado de incrementarse, además de continuar siendo un espacio de excepción y sufrir una gran carencia tanto de espíritu verdaderamente crítico como de libertad real, al contrario de lo manifestado por Patxi López.

Si el rector Goirizelaia tiene la intención de ir quitando los ladrillos de ese muro, podría, por ejemplo, comenzar resolviendo el conflicto de los profesores despedidos, que llevamos cerca de 20 años tras una pancarta. Es la auténtica prueba del nueve, el test fundamental que indicaría a la comunidad universitaria que los muros empiezan a resquebrajarse. Todo lo demás es música celestial y ganas de aparentar liberalismo y «buen rollito».

Ixabel Etxeberria Irakaslea José Luis Herrero y Antton Azkargorta Profesores despedidos de la UPV

Pequeña historia universitaria

7 Eka

12/04/2010 Gara

Los intentos de españolizar y estatalizar la universidad y la sociedad vasca están condenados al fracaso, pues se van a topar con la fuerte conciencia nacional existente

El 31 de marzo se cumple el 18 aniversario de nuestro despido de la UPV y el comienzo de la historia de la Pancarta. En esta ocasión hemos elegido hacer una pequeña y apretada síntesis de cerca de 40 años de historia universitaria tomando como referencia la de aquellos movimientos que desde el interior de la propia universidad han luchado en diferentes periodos por el cambio de sus estructuras desde planteamientos de justicia, igualdad y libertad. Son también apuntes personales alargados en el tiempo de nuestra experiencia universitaria como estudiantes, profesores y despedidos. Desde la segunda mitad de los años 60 hasta la primera mitad de los 80, poderosos movimientos de estudiantes y profesores protagonizaron la vida universitaria y política en el Estado español. Se trató de un acontecimiento relevante en la historia española contemporánea por su amplitud, duración e influencia social y se enmarcó en la lucha antifranquista y en los deseos de cambio del largo proceso de la llamada transición.

A pesar de sus diferencias y desfases temporales, ambos movimientos  coincidieron en ejes reivindicativos comunes pues defendieron, a veces conjuntamente, la autoorganización propia y la reforma democrática de la universidad. Autonomía universitaria respecto al poder político del Estado, gestión democrática, libertades básicas, igualdad de oportunidades en el acceso a la enseñanza, desaparición de las cátedras vitalicias fueron lemas defendidos y peleados por aquellos universitarios. En el caso del movimiento de profesores liderados por los PNN (profesores no numerarios), la reivindicación del contrato laboral alcanzó un papel relevante pues, además de su demanda de estabilidad laboral, estaba vinculado a un cambio profundo del modelo universitario, pues atacaba al sistema funcionarial y a los privilegios de una élite universitaria atrincherada en sus privilegios.

Aquellos movimientos transcendían sus propios intereses corporativos o particulares y adquirían una dimensión ideológica-política unida a su oposición al régimen franquista y sus intentos de perpetuación en la transición, defendiendo un marco de ruptura democrática y de democracia social y política dentro y fuera de la universidad. Intentaron levantar un proyecto de transformación sociopolítica de orientación democrático-radical que en ocasiones se coloreó con tintes antiimperialistas y marcado acento socialista y anticapitalista. A nuestro entender, fueron auténticos sujetos políticos de la época, junto al movimiento obrero y las nacionalidades históricas. La universidad pública vasca participó de estos movimientos con sus especificidades propias. No hace falta decir que estuvieron condicionados por el contexto político represivo y los hechos políticos y sociales provenientes de su entorno exterior. En esas difíciles condiciones, hay que alabar el compromiso ético, político e intelectual de tantos estudiantes, profesores e intelectuales que dieron pleno sentido al concepto de universidad como lugar no sólo de adaptación a los cambios sociales, sino también de anticipación y apuesta por una sociedad mas libre e igualitaria.

El triunfo de la Reforma sobre la Ruptura puso punto final a este rico periodo de renovación universitaria. La LRU del Partido Socialista certificó su acabamiento. En la UPV, sin embargo, el movimiento prosiguió, tiñéndose las reivindicaciones clásicas con un tinte plenamente nacional. A los objetivos formulados anteriormente se les unieron los del profesorado propio y universidad nacional, popular y euskaldun.

El punto culminante de la movilización universitaria se alcanzó a principios de la década de los 90, aunque sus efectos se prolongarían hasta el fin del milenio. A partir de entonces y en nuestra opinión, el movimiento universitario, concentrado ahora en un sector del estudiantado abertzale, tendría un carácter puntual y defensivo con episodios relevantes como la lucha contra las directrices de Bolonia.

Sabemos que en sus aspectos estructurales el marco universitario no se modifica sustancialmente si no se modifica el sistema económico y político con el que se relaciona. Así se siguen manteniendo jerarquías anteriores y aparecen nuevas estratificaciones, con la consiguiente división social del trabajo y reproducción de las desigualdades. La gestión universitaria se hace mas presidencialista y concentrada, y observamos un recorte de la democracia interna tanto a nivel formal como real. Las libertades básicas están en peligro y el control político sobre diversos sectores universitarios deviene agobiante. Se carece de autonomía respecto a los diversos poderes políticos y la dependencia universitaria con relación a los poderes económicos se ha incrementado notablemente debido a la progresiva mercantilización de la universidad y a la penetración en ella de la ideología neoliberal combinada con un fuerte autoritarismo político. Los estudiantes lo resumen en la tríada imposición, autoritarismo y represión. Lo que se muestra diferente respecto a periodos anteriores es el espíritu combativo de los universitarios. Notamos una desmovilización casi generalizada por la desaparición del movimiento de profesores, el aislamiento del movimiento estudiantil mas crítico y la ausencia de un proyecto transformador adecuado a las nuevas circunstancias. Ello sin demérito alguno del compromiso social desplegado desde el plano científico y cultural por ciertos universitarios y de la generosidad desarrollada por los estudiantes abertzales que intentan activar la vida universitaria en una situación política harto difícil.

De todas formas, somos optimistas de cara al próximo futuro. Creemos que hemos entrado en una nueva fase histórica por la crisis del sistema neoliberal. La tendencia a la mercantilización y cosificación de las relaciones universitarias se encontrará con el obstáculo de la crisis del modelo en el que se sustenta, lo que será fuente segura de graves contradicciones, con el consiguiente cambio de perspectivas de estudiantes y docentes. Además, los intentos de españolizar y estatalizar la universidad y la sociedad vasca están condenados al fracaso, pues se van a topar con la fuerte conciencia nacional existente. Todo ello puede crear nuevas condiciones para un cambio del ciclo universitario. Mientras tanto, pensamos que es tiempo de resistencia, de abrir trincheras para defender derechos y conquistas anteriores, de crear nuevos espacios universitarios al margen de los caducos oficiales, de actuar como guerrilleros para impulsar nuevas actividades y formas de pensar. A la espera activa de acontecimientos impulsores, en ello confiamos.

José Luis Herrero y Antton Azkargorta Profesores despedidos de la UPV

La universidad invisible

4 Eka

El paisaje universitario y la imagen externa de la UPV parecen siempre en continua transformación. Obras en los edificios, en los accesos, en los aparcamientos, en zonas de ocio y deporte, búnker en Abandoibarra… Casi todos los rectores compiten por dar un toque más o menos aparente a su gestión urbanística colateral y presentar algo distinto a lo anterior, ofreciendo la sensación de cambio y progreso, de la mano (¡cómo no!) del diseño, el cemento, el hierro o el ladrillo. Con más o menos fortuna, nuestra UPV hoy se mantiene en este plano con el «nuevo» equipo rectoral de Goirizelaia.

Todo esto es lo que se ve. Pero hay otras cosas que no se ven tanto y se comprenden todavía menos. Entre ellas, en los últimos años, la UPV se ha ido convirtiendo de forma perceptible en una pancarta «invisible» en manos de tres profesores despedidos que reivindican su problema ocasionalmente acompañados por colaboradores solidarios. Mientras la mayoría de autoridades académicas, representantes sindicales, docentes o estudiantes miraban a otro lado, se iban amontonando los casi 18 años que dura esta grave situación entre represalias, citaciones judiciales, paso por comisarías y golpes de la tropa armada.

Las responsabilidades están bien repartidas. Tanto como las órdenes, los ataques y el desprecio contra los profesores, que en principio fueron cinco y ahora son tres. Muchas personas siguen pasando cada día junto a esta pancarta, sin mirar o sin querer mirar. Entre ellas, los estudiantes, que siempre han sido la conciencia de la sociedad y quienes se han ocupado de denunciar el inmovilismo o la injusticia, se muestran ahora inactivos, bloqueados y colaboracionistas con una situación que todos los días debe golpearles en la cara. Puede que estén muy atareados en favor del Sáhara, Irak o el clima… Pero a la mayoría este asunto, que a mí me parece grave, se les ha debido de pasar. Como en su día se les pasó Bolonia y otros autoritarismos universitarios.

No menos preocupante es que tantos compañeros docentes, veteranos de la lucha antifranquista y algunos también despedidos en su día, se hayan encogido de hombros en su mediocre concha profesional dejando que este asunto se pudra a la vista de todos y envejezca con la pancarta, como un retrato de Dorian Gray cualquiera. Qué pensar de sindicatos o partidos, mejor o peor representados en Leioa, que hace tiempo han arrojado la toalla de este conflicto y se han quedado en sus tópicos y frases hechas.

Y, por supuesto, qué decir de las distintas autoridades académicas, con el nuevo rector y su flamante equipo que todavía no sabemos a qué carta está jugando. Desde luego, el premio principal en este reparto se lo llevan los diferentes rectorados, con sus agendas repletas, sus actos protocolarios convencionales, su burocracia concienzuda y su cortesía inane.

La cuestión de fondo: profesorado propio con contrato laboral, ya está resuelta y aplicada a otros profesores despedidos, así como a quienes han querido acogerse a la nueva normativa. Lo que resta por negociar es tan normal y sencillo que sólo la desidia, o la venganza, pueden impedir su puesta en escena. Se trata de algo tan elemental en el final de cualquier conflicto laboral como la readmisión de despedidos y el reconocimiento justo de su antigüedad, así como el pago de las clases impartidas que la Universidad ya admitió como deuda. Son tres puntos que nadie se atrevería a calificar de innegociables, pero que no se sabe por qué no se negocian.

Hemos visitado a representantes sindicales, hablado con políticos, pasado por el despacho rectoral, discutido con otros profesores, escrito notas, presentado propuestas y gestiones, etc. y con franqueza no podemos entender la poca voluntad que hay en la resolución de este caso. La falsamente llamada comunidad universitaria está dando una imagen penosa y vencida. Tan deteriorada como el vetusto plástico de la honrosa pancarta, que después de 18 años a la intemperie parece una de esas raídas banderas tras las batallas. La institución, los sindicatos, las asociaciones estudiantiles, los claustros, los departamentos, decanos, directore, etcétera están en su línea conservadora sin decir nada, sin defenderse, sin acusar… Pero negando con su silencio el diálogo y el conflicto mismo, e ignorando la permanente denuncia que supone esta pancarta que, a pesar de ser invisible para muchos, ha terminado incrustada en la historia reciente de la Universidad Pública Vasca.

JOSEMARI LORENZO ESPINOSA PROFESOR DE HISTORIA